viernes, 2 de abril de 2010

XV - AGATS - EWER VILLAGE - WEST PAPUA.



Martes, Febrero 23

POBLACIONES DE ASMAT

AGATS Y EWER VILLAGE, WEST PAPUA

Agats, centro administrativo de la región de Asmat es una ciudad de unos siete mil habitantes. En mil novecientos cincuenta y tres la misión católica se estableció permanentemente y también lo hizo Holanda. Bajo la presión internacional y una pequeña invasión Indonésica, los holandeses se vieron obligados a ceder sus derechos sobre la Nueva Guinea Holandesa en mil novecientos sesenta y dos y en Mayo del sesenta y tres la República de Indonesia asumió el control total de lo que se dio en llamar Irian Barat.

Los zodiacs nos llevan entre manglares, cacatúas, palomas y loros río arriba, comienzan las poblaciones lacustres y los nativos aparecen en las canoas cantando y dando gritos, acompañándonos con sus faldas de paja, lanzas y palos, cubiertos de pinturas de guerra hasta la población de Syuru Besar donde viven unas cuatrocientas familias para después adentrarnos andando en la población de Agats.

Como ha llovido copiosamente el día y la noche anterior, el lugar de desembarque en el poblado es una enorme piscina de lodo negro, una pendiente resbaladiza que sube hacia las casas suspendidas en estacas, palos y columnas de maderas muchas de ellas labradas con cabezas a modo de tótems, compuestas de cuatro paredes de tablas corroídas por el tiempo y techos de planchas de aluminio o zinc.

Las mujeres y los niños se agolpan a la entrada de las casas observándonos posiblemente con más interés que el que tenemos nosotros por ellos que es mucho. Mujeres y hombres llevan en brazos o de la mano a los niños, la mayor parte de ellos completamente desnudos que nos miran serios pero sonríen abiertamente al menor signo de amistad por nuestra parte.

Para poder atravesar el barrizal los nativos han dispuesto unas canoas en línea hasta la zona alta donde comienza la hierba. Andamos con mucha lentitud dentro de las canoas que están húmedas y resbaladizas mientras los guerreros hundidos en el lodo nos van pasando de mano en mano para conservar el equilibrio, muchos de ellos fuman al igual que las mujeres y al cogernos de los antebrazos nos saludan y sonríen, algunos hablan algo de inglés, la mayoría lo hacen en ¨ Bahasa ¨.

La marcha se hace lenta subiendo y bajando por unos escalones de madera hasta que llegamos a una zona relativamente seca donde está la choza principal, grande y alargada, construída de palos y techo de paja que es el lugar comunal de reunión y donde practican las ceremonias. El interior está atravesado de vigas de madera a poca altura por lo que hay que sentarse sobre las planchas de madera, en el centro los jefes forman un pequeño círculo y tocan tambores alargados profusamente decorados de figurillas humanas y elaborados dibujos tallados en la madera.
Algunos llevan atravesada la nariz por una ornamentación circular que estaba antiguamente elaborada en concha y ahora es de plástico. A su espalda arde un fuego en el que esparcen algún tipo de incienso que forma una nube dentro del espacio totalmente lleno de guerreros y turistas.

Comienza la ceremonia que consiste en un recitado del jefe acompañado del tambor y seguido de los gritos y movimientos de rodillas de los guerreros que se mezclan entre nosotros. Nos dicen que este ritual puede continuar durante horas pero en nuestro caso sólo hacen una demostración que termina en unos quince minutos.

Salimos a la explanada de la parte delantera de la casa y realizan otra ceremonia esta vez al parecer de fertilidad por el tipo de tótems que transportan. En todos estos movimientos las mujeres permanecen en un grupo separado cantando y bailando. En la ceremonia del interior de la choza no participan, ni tampoco en la bienvenida de las canoas en la que los hombre reman de pie y les acompañan los niños sentados en el fondo de las mismas.

Terminada la demostración continuamos la visita yendo hacia el centro de esta pequeña ciudad lacustre en la que las calles son plataformas y pasarelas de planchas de madera a través de varios kilómetros de manzanas de casas que según vamos andando hacia el interior se muestran más habitables, mejor construidas y algunas de ellas adornadas de tiestos y barandas con flores, asimismo la población deja de ser parte de la cultura Asmat predominando los rasgos indonésicos.

La gente circula en pequeñas motos y bicicletas y transportan mercancías de un lado a otro sonriéndonos al pasar, debajo de las casas y las pasarelas se acumula un mundo de basuras y detritus que pensamos que no estaría mal si alguien pusiera en marcha un plan de limpieza general que sin lugar a dudas evitaría un sinfín de enfermedades. Con todo, la población aparentemente parece sana aunque entre los negros de la cultura Asmat hemos podido ver enfermedades de la piel y otros muchos problemas que saltan a la vista, nuestro guía nos informa que hay servicio de medicina para la población pero que no se lleva con mucho rigor.

A lo largo del camino hacia el mercado vemos varios establecimientos católicos y centros de enseñanza, niños y niñas van uniformados y muy limpios, también llama la atención los guardias o policías paramilitares provistos de porras.

El mercado ocupa los lados de una de las calles lacustres y ofrece toda la variedad de verduras y frutas de la región así como ristras de pescados recién cogidos y ensartados en cañas de bambú de todos los tipos y tamaños muy abundante en el litoral.

Hace un calor sofocante, nos refugiamos en el museo de arte Asmat para descansar un momento del sol y ver el muestrario de escudos, lanzas, canoas, máscaras, tótems, calaveras y toda clase de objetos muchos de los cuales ya no se siguen haciendo con la precisión y paciencia de tiempo atrás.
Seguimos andando hasta un pequeño muelle en el que nos esperan los zodiacs y volvemos al barco a comer y descansar brevemente hasta la salida de la tarde.

Sobre las dos y media subimos de nuevo a los zodiacs emprendiendo la marcha por un extenso canal rodeado de manglares y jungla durante unos cinco kilómetros hasta llegar a la población Asmat de Ewer donde viven unas setecientas personas y está rodeada de otras pequeñas poblaciones. De nuevo nos reciben en canoas y acompañan hasta la orilla. El ceremonial es muy parecido al de la mañana, los guerreros son muy amables y nos acompañan entre cánticos y bailes. Las mujeres y especialmente los niños se muestran sonrientes y complacidos de que les hagamos fotos.

Volvemos al barco y tras asistir a una reunión para comentar el día y el plan para mañana, vamos a cenar y a dormir. El día ha sido largo y cansado.


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